¿Por qué pensar que no tienes buena genética puede frenar tu progreso en el entrenamiento?
Estás entrenando con constancia, cuidas la alimentación e incluso has empezado a descansar más.
Pero algo dentro de ti repite una frase que se hace cada vez más fuerte:
“Yo no tengo genética para esto.”
Y si ese pensamiento, más que una conclusión lógica, fuera justo lo que te está frenando?
No se puede negar que la genética influye. Aunque los seres humanos compartimos casi el 100 % de nuestros genes, esas pequeñas diferencias marcan cómo responde cada cuerpo al entrenamiento: desde el tipo de fibras musculares predominantes, hasta la entrenabilidad o la estructura corporal.
Pero en los últimos años hemos pasado de no hablar de genética… a hablar demasiado. Y el problema de estar sobreinformados es que esa información puede volverse en nuestra contra.
Porque sin una certeza real sobre nuestra predisposición —algo a lo que no suele tenerse acceso— es fácil que nuestra mente caiga en la trampa de justificar la falta de progreso con frases como “yo no tengo genética para esto”.
Y sin darnos cuenta, ese pensamiento empieza a condicionarlo todo: lo que esperamos de nuestro cuerpo, lo que nos exigimos, y lo que estamos dispuestos a trabajar.
No pretendo soltarte un discurso “no pain, no gain”.
Tampoco va de motivación prefabricada.
Solo es un recordatorio: infravalorar tus expectativas también le pone techo a tu progreso.
Porque la expectativa que tenemos sobre nuestro propio potencial influye en los resultados, tanto a nivel fisiológico como mental. Creer que uno tiene una «mala genética» puede afectar al rendimiento, a la respuesta del cuerpo ante el entrenamiento… y a las ganas de seguir.
Genética y expectativas: cuando la mentalidad influye más en tu fisiología que los datos
Creer que no tienes potencial físico limita tu progreso
Aunque no todo lo que se publica en estudios refleja la realidad de quienes entrenamos, en este caso concreto aportan una evidencia difícil de ignorar: creer que se tiene una “mala genética para el entrenamiento” puede limitar directamente el rendimiento, el esfuerzo y la motivación.
– En un estudio (Turnwald et al., 2019), a varios participantes se les informó falsamente que tenían una predisposición genética desfavorable para el rendimiento aeróbico. Aunque no era cierto, en la siguiente sesión mostraron cambios físicos y perceptivos reales: su fisiología cardiorrespiratoria se vio afectada, rindieron peor, se agotaron antes y percibieron más esfuerzo.
Todo esto ocurrió únicamente por creer que tenían una desventaja genética.
Y no fue un caso aislado.
– En otro estudio, se les dijo a varios participantes que su genética dificultaba su capacidad de saciedad.
A pesar de haber comido lo mismo que el resto, tuvieron más hambre y niveles hormonales menos favorables, como niveles elevados de grelina, la hormona que regula el apetito.
Creer que tienes dificultad para saciarte, puede alimentar esa ansiedad, haciendo que realmente sientas más hambre y te sea más difícil controlar la comida. Así, tanto tu cuerpo como tu mente reaccionan, creando un círculo difícil de romper.
– En un clásico experimento con “esteroides placebo”, se les hizo creer a un grupo de levantadores que estaban usando anabolizantes. Aumentaron su fuerza hasta ocho veces más… sin haber tomado nada. Solo por la expectativa de mejorar.
Si piensas que no puedes… no te vas a esforzar igual
Esto tiene todo el sentido. Si una persona cree que está limitada, lo normal es que no se esfuerce al máximo. ¿Para qué hacerlo, si piensa que no va a obtener resultados? Esa expectativa actúa como un freno: se entrena, pero sin apretar. Se empieza, pero sin convicción. Se sigue, pero sin creerse capaz de llegar lejos.
Entrenar creyendo en tu potencial genético mejora tu rendimiento deportivo
Cuando alguien se convence de que puede lograr más de lo que pensaba —aunque no tenga un “alto potencial genético”—, activa un nivel de compromiso y motivación muy distinto. Y eso se nota en el rendimiento, como les pasó a los levantadores que respondieron como si estuvieran ciclados.
Si crees estar en desventaja progresas menos.
Si alguien con una bata blanca afirma que tienes un potencial genético alto, tu motivación sube, te comprometes más y sientes que tienes mayor control sobre tu cuerpo.
Esto hace que aguantes más en la carrera, luches por esa repetición extra y, en definitiva, te exijas más en cada entrenamiento.
Esto no significa que la genética no importe. Pero sí deja claro que la creencia que tienes sobre tus capacidades puede potenciar —o frenar— tu progreso.
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Principios del progreso físico:
Mentalidad, entrenamiento y constancia
Este manual te guía por los cinco pilares que sostienen el progreso en el entrenamiento: mentalidad, estructura, intensidad, constancia y hábitos fuera del gimnasio. Si notas que algo falla, pero no sabes por dónde empezar, aquí tienes un punto de partida claro:
Entrenar como si tu genética jugara a tu favor: la mejor estrategia
No se trata de imaginar que vas a lograr los resultados de alguien con otro punto de partida, ni de negar tus propias limitaciones. Al contrario, una de las claves para ser constante en el gimnasio es marcarse objetivos realistas.
Pero sí se trata de dejar de entrenar como si estuvieras destinado a fracasar.
Significa no subestimarte: entrenar con los pies en el suelo, pero sin ponerte techos mentales.
Tú no eliges tu genética. Pero sí, eliges cómo entrenas, cuánto te exiges y hasta qué punto estás dispuesto a retarte.
De hecho, estudios con gemelos —que comparten la misma base genética— han demostrado que, cuando uno lleva un estilo de vida activo y el otro no, pueden aparecer diferencias fisiológicas notables con el tiempo.
Ahí es donde entra en juego la epigenética.
El papel de la epigenética en el entrenamiento
Aunque nacemos con una base genética, no todos los genes se expresan de la misma forma en todas las personas. Factores como el entrenamiento, la alimentación, el descanso o el estrés pueden activar o silenciar ciertos genes, afectando directamente a cómo evoluciona el organismo.
Es decir, lo que haces también influye en cómo tu cuerpo responde (sobre este tema hablaremos en nuestro próximo artículo).
Entrena tu epigenética: lo que sí está en tu mano para mejorar tu rendimiento
Hay muchas áreas de tu vida que puedes mejorar con buenos hábitos, pero te voy a dar un ejemplo con una frase que todos hemos escuchado mil veces: «Es que tengo un metabolismo lento.»
Esta idea es otro claro ejemplo de cómo nuestros hábitos pueden moldear nuestra fisiología. El metabolismo, al igual que otros sistemas del cuerpo, responde a los estímulos que recibe para adaptarse y sobrevivir.
Es decir, el cuerpo no mejora de forma lineal, sino que se adapta a los desafíos a los que lo exponemos.
Si entrenas de manera variada —combinas fuerza, cardio, alternas alta intensidad con sesiones de mantenimiento— y acompañas todo con una nutrición adecuada y descanso, tus sistemas se vuelven más resilientes, fortalecen tu metabolismo y lo hacen más flexible, permitiéndole adaptarse mejor a diferentes fuentes de energía y responder con eficacia ante los desafíos que le pongas.
Y esto, está completamente en tus manos. Aunque no nacemos con los genes de un atleta de élite, podemos mejorar nuestra fisiología con esfuerzo, constancia y, sobre todo, gestionando bien nuestros hábitos.
Compite con tu yo de ayer, la forma más fiable de medir tu progreso
No todos los cuerpos van a responder igual al mismo entrenamiento, eso es cierto. Pero incluso si tu genética no es la más favorable, algún tipo de progreso siempre llega. A veces no se refleja en el espejo, ni se mide en kilos o repeticiones.
Porque es difícil que el físico no mejore nada, aunque a veces sea necesario dejar de perseguir estereotipos irreales, buscar la validación externa o compararse con quien no comparte ni tu genética, ni tu historia, ni tus condiciones de vida.
El entrenamiento no solo cambia tu cuerpo. También cambia la relación que tienes contigo. Y esa parte del progreso no depende de cómo viniste configurado el día que naciste, sino de cómo trabajes tu mente.
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Competir con tu yo de ayer es una de las formas más honestas de avanzar. Porque incluso cuando los cambios físicos se hacen esperar, hay algo que empieza a transformarse desde el primer momento: tu compromiso contigo mismo.
Sentirte capaz de mantener lo que haces, de mejorar tu salud, tu fuerza mental o tu capacidad de esfuerzo… ya es avanzar.
Puedes empezar a notar que eres capaz de hacer el mismo entrenamiento con menos quejas.
Que dudas menos, que no procrastinas como antes, o que tu cabeza no busca tantas excusas.
Eso también es progreso.
¿Te cuesta reconocer ese tipo de progreso? Aquí te explico cómo aprender a valorarlo y disfrutar de la sensación de trabajo hecho que solo el entrenamiento puede ofrecerte:
→ Cómo entrenar sin depender de la motivación en el gimnasio
El objetivo de este contenido era plantearte una reflexión sobre el papel que juega la mentalidad cuando afrontamos cualquier desafío deportivo.
Ya sea mantener la constancia en el gimnasio o aprender a convivir con la incomodidad de un entrenamiento exigente, los cambios físicos suelen llegar cuando rompemos barreras mentales que nos autoimponemos.
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Patricia Vilalta
El fitness no es solo mi profesión, es mi estilo de vida.
Registrada como entrenadora personal en el Registro Europeo de Profesionales del Ejercicio (EREPS), respeto la ciencia, pero la experiencia me ha enseñado que no todo se reduce a estadísticas y que ningún objetivo es igual a otro.
Por eso creo en el papel de la mentalidad para afrontar objetivos desafiantes pero realistas, con constancia, y lejos de modas o discursos épicos que solo alimentan la motivación pasajera.
Mi propósito con Objetivo Fitness es compartir contenido que puedas aplicar de verdad para conseguir el tuyo.
Patricia Vilalta
El fitness no es solo mi profesión, es mi estilo de vida.
Registrada como entrenadora personal en el Registro Europeo de Profesionales del Ejercicio (EREPS), respeto la ciencia, pero la experiencia me ha enseñado que no todo se reduce a estadísticas y que ningún objetivo es igual a otro.
Por eso creo en el papel de la mentalidad para afrontar objetivos desafiantes pero realistas, con constancia, y lejos de modas o discursos épicos que solo alimentan la motivación pasajera.
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Referencias:
Turnwald, B. P., Goyer, J. P., Boles, D. Z., Silder, A., Delp, S. L., & Crum, A. J. (2019). Learning one’s genetic risk changes physiology independent of actual genetic risk. Nature human behaviour, 3(1), 48–56. https://doi.org/10.1038/s41562-018-0483-4
Ariel G, Saville W. Esteroides anabólicos: efectos fisiológicos de los placebos. Medicina y Ciencia del Deporte. 1972 4(2):124-6.
Beedie, C. J., & Foad, A. J. (2009). The placebo effect in sports performance: a brief review. Sports Medicine, 39(4), 313-329.
Es importante recordar que las investigaciones se basan en grupos particulares, y en muchos casos pueden tener limitaciones en términos de representatividad. En Objetivo Fitness, valoramos mucho la experiencia y la individualización y por tanto, consideramos que los estudios científicos, pueden ser útiles pero deben interpretarse de manera crítica, con precaución y una perspectiva equilibrada.









